Artista inquieta, Susana Solano presenta en Lo que supe y olvido un diálogo entre obras pertenecientes a
diferentes épocas, algunas no expuestas antes, al mismo tiempo que cada pieza lo
entabla consigo misma. Una conversación que se extiende también a la sala que
las acoge —paredes, vanos, pavimento, ventanas, sombras, luz—. La muestra
escenifica, en primer término, la diversidad de materias que Susana Solano ha
utilizado, e incluso ha incorporado a la tradición escultórica, desde infinidad
de metales y aleaciones hasta diferentes tejidos, pasando por piedras,
mármoles, yesos, maderas, plásticos. A partir de los materiales, sorprende una
auténtica polifonía de las dimensiones
—desde lo ciclópeo a lo diminuto—, los procedimientos, acabados y remates. Pero junto a esta pluralidad material, la obra
de Susana Solano se alza en esencia sobre una incansable meditación estilística
y tras una inclemente contienda intelectual por convertir las formas en una
expresión del pensamiento. Desde sus inicios la artista ha renunciado a
estancarse en una estilización de rasgos, para avanzar en el camino opuesto: adensar
las marcas singulares de cada gesto. Este aspecto dota a su escultura de una
condición existencial, en el sentido
pessoano de incorporar una diversidad de personalidades artísticas a la línea
evolutiva de su trabajo.
La
escritura que las piezas trazan en el espacio caligramático de Halfhouse revela
una complejidad nueva a las ya señaladas: los diversos modos de significar,
casi literarios, con los que se manifiestan. En la sala de reuniones, previa a las de
exposición, cuelga como frontis de la visita «L’ultim sopar II, 2016».
Alusión no solo a la celebérrima pintura de Leonardo da Vinci, sino también al
alud de reproducciones que sigue provocando. Su posición central frente a la
mesa evoca los cuadros que presiden el espacio de lo compartido, sean palabras,
alimentos o tiempo. El pulido extremo de su acero inoxidable la convierte en un
retrato vivo del tiempo común, tanto en el presente de la visita, frente a la
pieza, como en la memoria del visitante, a través de sus propias evocaciones. Este
diálogo remite a una significación de estirpe dramática, en su primigenio sentido de hablar y de actuar. Acciones que la obra preside y refleja.
En
la sala principal de Halfhouse, a nivel expositivo horizontal, se produce una
interacción sorprendente entre dos piezas tan opuestas como cómplices en una
identidad semejante. Ante el ventanal aparece extendida la losa nívea
«Letanías, 2008-2009», fruto de una intervención en un espacio al aire libre,
las ruinas de la Sinagoga de Ostia Antica, único lugar donde ha sido
contemplada antes. Sobre la rotundidad del mármol de Carrara, Susana Solano ha
labrado un pequeño laberinto de cauces, cerrados en sí mismos todos menos uno, que
es capaz de desaguar. Sobre la expresión pétrea, queda el trazado efímero de
los pequeños charcos que la intemperie olvida. Con esta pieza blanca se confronta
la blancura de un ciclópeo almohadón de tela (2 metros por 1,67), «En brazos
corrientes I, 1996-97», cuya maleabilidad está fijada al pavimento, para
defenderla de la intemperie, por un conjunto de adobes de bronce. Ambas piezas
se relacionan consigo mismas y entre sí a través de abstracciones que se brindan
a la meditación: lo permanente y la fugacidad; la flacidez y la resistencia. Es
decir, emprenden un expresivo camino de significación poética. El resto de
piezas expuestas, tanto en el suelo —el conjunto de tres bronces de diferentes
épocas— como los metales distribuidos por las paredes de la sala, acentúan esta
esencialidad poética del trabajo escultórico de Susana Solano.
La
sala pequeña de Halfhouse, encarada al noroeste y con un paisaje industrial
enmarcado en la ventana, presenta una pieza que parece realizada para el
espacio donde se encuentra, y que ofrece un tercer modo de significar: la
narración implícita. Se trata de «El mundo de las cosas II, 2024». Obra
compleja, implica en los materiales que la conforman diversos relatos que
apelan a la realidad africana. Los bidones con el agua siempre escasa, las
construcciones endebles, la chapa ondulada omnipresente. No son contenidos
explícitos, sino alusiones a una realidad que siempre ha estado presente en el pensamiento
artístico de Susana Solano. El carácter narrativo de estos elementos resulta
tan penetrante que se apropia del paisaje enmarcado en la ventana y consigue darle
un sentido tan vivo como el de la propia obra.
Lo que
supe y olvido coincide en sus fechas de apertura con Entre dos patios, que recupera las obras expuestas en la primera
exposición de la artista en la Fundación Miró, inaugurada en 1980. El hecho de
exponer este conjunto antológico de obras en Halfhouse, donde muchos jóvenes emprenden
su vida artística, del mismo modo que Susana Solano lo hizo hace décadas,
sugiere la idea de un inicio permanente. Tal vez sea este un rasgo que la
artista —tan infatigable en el uso de materiales, como indagadora en lo
inaudito de las formas; tan intensa en el trabajo, como tenaz en la transmisión
de pensamiento— ha anhelado siempre: en cada una de sus obras inicia una
trayectoria artística.