20 de junio, viernes. Jardín de aforismos



Reconozco el itinerario de memoria, pero sigo contando las paradas del autobús para saber dónde he de bajar como si estuviera en una ciudad desconocida.

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Al caminar leo los rótulos de los comercios para encontrar tipografías feas o mal resueltas con las que pelearme.

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Doy un paseo perimetral por el parque, pegado a las rejas para imaginar que estoy dentro de lo que encierra.

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Que la palabra «cita» nombre una frase sapiencial y un encuentro íntimo entre personas desconocidas no puede haber sido fruto de la casualidad.

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Si a las terrazas de los bares las denomináramos «parterres» mejoraría mucho el aspecto fantasioso de la ciudad.

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Que nadie se fije en personas cuyo aspecto carece de cualquier tipo de atracción se debe solo a que no se conoce su nombre. 

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Me pregunto si en los desiertos también se producen espejismos temporales.