11 de agosto, miércoles. Adelantar hacia atrás

Desde hace treinta (o quizá sean cuarenta) años uso la misma marca de champú. Cuando empecé a comprarla era un producto novedoso, luego dejó de serlo, claro, pero no sentí ningún impulso por sustituirlo por otro nuevo. Ni siquiera me resistí, ni se me pasó por la cabeza. Funcionaba bien. La verdad es que en estas décadas no ha cambiado demasiado, ni el diseño, ni el bote. Pero, de repente, en el estante donde lo suelo encontrar en la tienda descubro un formato innovador de champú, propuesto por la misma marca. En lugar del líquido embotellado en el plástico habitual, una pastilla. Envuelta en papel. Una pastilla de champú con una especie de manopla de rejilla, de las de toda la vida, para facilitar su uso sobre el cabello. Una pastilla como las que se usaban para el jabón convencional antes de que se decidiera que los envases de plástico molaban más. Ahora se descubren algunos aspectos no demasiado simpáticos de la modernidad plastificada y la respuesta ingeniosa es una pastilla de champú. Un volver al pasado para progresar. Quién se lo hubiera dicho, tan moderna como se sentía la época apretando el bote.