17 de septiembre, miércoles | Del anochecer | Epigrama


Vuelo, desde que se fundó en 2004, con la línea aérea que regaló a la lengua inglesa un diptongo tan propio de esta en la que escribo. Y desde el principio he sacado los billetes por Internet. De hecho, creo que no existe ninguna otra forma. Si ahora me detengo a recordar cómo fue aquella experiencia inicial solo puedo decir que todo suponían ventajas para el viajero. La planificación de vuelos se desplegaba delante, la aplicación era clara, diáfana, lógica y elegante. Durante años la he utilizado y solo recuerdo un único problema, que no es suyo, sino de la época: puedes hablar con un ordenador todo lo que quieras, pero resulta imposible encontrar un número de teléfono que conecte con un ser humano. El caso es que hace unos meses la aplicación estaba rara y había una explicación, más o menos así: «disculpen las molestias, estamos diseñando una nueva página». Pues ya está diseñada y tengo que sacar un billete. Lo primero es olvidar la lógica aplastante de la antigua. Solicito la fecha y el horario que me conviene, pero no hay ninguna pestaña con algún sinónimo de «confirmar». O «continuar». Me quedo clavado ahí. Así que empiezo a clicar en todas partes hasta que el aplicativo continúa. Voy pasando por páginas que me ofrecen servicios que jamás podré disfrutar dentro de un avión (coches de alquiler, apartamentos turísticos, visitas…), pero ya estoy acostumbrado a no entretenerme. Sigo hasta el final sin perder el aliento. Pero cuando llego a la última página, la de pagar, veo que aparece una cantidad, pero no sé a qué corresponde. En la antigua aplicación, la clara, todo el paseo se realizaba con una columnita lateral donde estaban reseñados los datos del vuelo y los servicios contratados. He de pagar, pero ¿qué? ¿Dónde está la columna con el resumen de mi compra? En ninguna parte. O confío en que he hecho bien el proceso o pago a lo tonto. No hay dónde revisarlo. Y lo peor es que la culpa no es de esta nueva aplicación, sino de todas. La oscuridad, la ocultación de los datos, el diseño abigarrado de colorines y vacío son ahora lo que se lleva. O se nos lleva por delante, que también. El vuelo lo quería para un lunes, pero solo cuando me llegan los billetes descubro que mi ceguera de datos lo ha sacado para el martes.

[Epigrama VI-04]