7 de julio, jueves. Nociones de permanencia


La idea de que poseemos objetos que nos sobrevivirán es una concepción barroca. Y el Barroco dio los primeros pasos de la época en la que aún seguimos, aunque es posible que el hecho de que las cosas tengan más esperanza de vida que sus dueños ya haya dejado de ser una de las grandes pesadillas del ser moderno. Hoy los objetos se diseñan para que sean comprados varias veces a lo largo de una vida, es decir, difícilmente ninguno durará más que su dueño. Por mi parte, aún no he terminado de pensar en lo que me sobrevivirá. O tal vez sí. He acumulado carpetas durante años con materiales, los usara o no. La última semana antes de cerrar un ciclo profesional me encontré con un armario lleno. Montañas de papel que no podía conservar. La memoria caligrafiada de algunas décadas de trabajo. Bien, sin tiempo para otra solución, con los ojos cerrados, fue todo a la basura. De reciclaje, por supuesto. No me supo mal. Estaba, quizá, entrenado. Durante años he visitado los Encantes con asiduidad, donde se saldan los restos de vidas que ya no están. Y por el suelo estoy acostumbrado a revolver no solo libros, pinturas o muebles, sino también cartas, diarios, papeles íntimos, económicos, todo cuanto la gente cree que les sobrevivirá. Allí aprendí que la única trascendencia es el presente. Ni siquiera lo que hoy salvo guardándolo se redimirá. Tarde o temprano, acabará en los Encantes.

[Libro V, Epigrama XVI]