1, lunes. Julio. Una poética



Al caminar por la calle escucho a una niña de unos cinco años una frase preciosa: «Mira, papá, vivimos en el mundo de las hojas». Aunque voy delante y solo les oigo, imagino que el padre mira la acera y dice lo que pienso yo al bajar la vista: «Pues sí, hay muchas hojas en el suelo». La niña le precisa: «No hay muchas, ¡hay miles!». Ahí ya se quedan en el portal de un edificio y sigo caminando con la frase en la cabeza. Al principio me fascina lo de «El mundo de las hojas». Un heptasílabo. Parece el verso central de un jaiku. No sé, es casi un título. Solo un poco más adelante me doy cuenta de que no es un verso. Los árboles están en el auge de su copa y, sin embargo, hay por las calles tantas hojas de plátanos como en otoño. Tampoco ha hecho viento estos días. Solo una ola de calor. Extraordinaria, sin duda. ¿Habrán caído por el calor las hojas? ¿O por la contaminación de la que habla la radio sin que se haya tomado ninguna medida? Sigo con el pensamiento de la niña. No era un verso, era una mirada. Nos ha descubierto, a su padre y a mí, lo que no veíamos. Era un poema.