12, miércoles. Junio. «Jardim da Parada», de Manuel de Freitas y su presagio



«Detesto los festivales literarios, pero consigo que me gusten algunas ferias del libro». Con esta frase inicia Manuel de Freitas el prólogo a Jardim da Parada, una plaquette de textos y dibujos de feria de libro. De quien se ha sentado detrás de una mesa con novedades a la venta.
     El Jardim da Parada es un pequeño y frondoso parque lisboaeta, en el Campo de Ourique. Ocupa el breve espacio de una manzana de casas, pero cuenta con un kiosco de música, una preciosa estatua de la revolucionaria Maria da Fonte, un estanque con patos y un árbol prodigioso, un pohutukawa, un tipo de mirto que se extiende por el espacio como una jaima en el desierto. Cerca de aquí, a dos calles, vivió un tiempo Maria Gabriela Llansol y le gustaba pasear en verano por la umbría del parque y sentarse a leer, o a escribir en las páginas de un cuaderno escolar, al cobijo de este árbol enigmático y barroco.
    Y una vez al año, se celebra en el Jardim da Parada un mercadillo de libros. Manuel de Freitas, editor de Averno, se sienta y fuma mientras observa cómo la gente pasa. Y esos pensamientos los ha puesto por escrito y ahora, cuando los leo, tengo la sensación de haberlos vivido. Recientemente, además. Hace tres días, de hecho. El sábado pasé la mañana dentro de la caseta de mi editor en la Feria del Libro de Zaragoza. Había allí expuestos unos cuantos ejemplares del título que me acaba de publicar. En cierto momento se acerca una pareja a mirar libros. Ella toma el mío con cierto interés y le dice a su compañero: «Mira, pájaros». Lo abre, lo ojea y añade: «Es poesía» con tono de desengaño.