Desde hace un tiempo, cuando
tecleo mi contraseña de toda la vida en la red social de la realidad, me
responde un lacónico mensaje que me avisa del error. Como tampoco conservo
demasiado interés por la actualidad, he ido dejando pasar el tiempo sin hacer
nada, dedicándome a lo mío. Pero hoy he visitado una exposición de arte digital
y de repente he descubierto el origen de la afectación que padezco: ha caducado
la contraseña —«utopía»— a partir de la cual comprendo todo cuando ocurre
alrededor. Los mensajes confusos y caóticos de las pantallas que acabo de ver en
la exposición me lo han aclarado todo y me proporcionan la nueva contraseña
para entrar en la aplicación del presente y entender lo que está pasando:
«distopía». Ahora tengo la clave, pero me falta la voluntad de usarla.
[Epigrama VI-06]

