20 de agosto, miércoles. Jardín de aforismos



No creo que pueda uno sentarse al borde del andén y tratar de vislumbrar el punto donde las dos vías ferroviarias se unen a lo lejos mientras se padece una alteración nerviosa.

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Lo triste de llamar a la puerta desde el interior es que afuera, normalmente, no hay nadie a quien abrir.

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Me pregunto en ocasiones, cuando no tengo nada mejor en qué pensar, por la opinión que le merece al temperamento metafísico un súbito escalofrío.

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Subirse al tren no es, exactamente, partir. Para partir es necesario que alguien se quede en pie sobre el andén viendo cómo la otra persona desaparece.

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Las palabras que poseen un opuesto se pirran por emparejarse y pasear juntas. Tipo: música callada; tipo: rufián bondadoso; tipo: jovial tristeza.

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No es cierto que el viento, al soplar, llame en concreto a una ventana. Cuando parece insistir como un enamorado, solo pasa por el lugar casualmente.

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Hay quien prefiere abandonar antes el cuarto del encuentro furtivo. En los ensueños, nunca me he visto a mí mismo irme en primer lugar.