Ese agente justificador de la vagancia que es la inteligencia artificial, en este caso la enanita que asoma en el correo de Gmail, me ofrece tres posibilidades de respuesta al mensaje que me recuerda que debo enviar la colaboración para un proyecto:
Estoy en ello / Así lo haré / ¡Hecho!
En principio, hay que aceptar que ha leído el mensaje antes de que yo ni siquiera lo abriera. Por mi parte, me quedo pensando en cuál de las tres opciones debería apretar para que mi corresponsal obtenga una réplica a su solicitud. Las tres son respuestas optimistas, pero tengo la impresión de que están mal graduadas. La primera debería ser «Así lo haré», que esconde el credo de la procrastinación, en lugar de «Estoy en ello», que es emblema de la mentira piadosa. Ahora bien, esta alteración resulta significativa, porque lo habitual, imagino, es pinchar la primera que se ofrece y no seguir leyendo, y el algoritmo debe pensar que siempre queda mejor una mentira piadosa que una promesa. El receptor lo agradecerá. La tercera opción también se las trae, porque si la clico y la mando, es decir, solo la respuesta, sin el trabajo comprometido, ya la mentira deja de ser piadosa y se convierte en una cochina mentira. Que la inteligencia artificial deje la cochina mentira para quien haya leído los tres conceptos también tiene su razón de ser: mentir siempre ha sido fruto de un trabajo similar al trabajo, pero menos comprometido. De ahí el triunfo de la política, que permite en su seno mentiras sin exceso de esfuerzo, porque el futuro suele tener aún menos memoria que el pasado.
[Epigrama VI-01]