Tengo previsto acudir hoy a un
encuentro con conocidos para conversar sobre asuntos comunes. No me despierta
ningún interés la cita, pero como me llamaron para que acudiera, eso sí me
gustó. Aún no sé qué dimensión va a tener: ¿solo por la mañana? ¿Con comida
incluida? ¿Seguiremos por la tarde? No es raro que me olvide de preguntar estas
cuestiones prácticas. En el fondo, creo que prefiero no saberlas. Que haya algo
imprevisto en lo que suceda. El control sobre todo cuanto va a ocurrir, lo que
los contemporáneos llaman «agenda», me da la impresión, al vivirlo, de que ya
lo he vivido antes de que pase. O lo que es peor, que los acontecimientos se
viven solo porque está programados que ocurra de ese modo. Para cumplir
horario.
[Libro V, Epigrama XXIII]