De paso casual por la calle Entenza descubro que la Modelo, la cárcel de la ciudad, ya sin servicio, puede ser visitada. A partir de algunas fotografías que tomo en el recorrido abierto al público me propongo redactar algunos textos. En principio pienso escribir de modo abstracto sobre el concepto del «encierro», pero solo me salen fragmentos diarísitcos. Realizados, además, con cierta angustia. Cuando concluí mi estancia de estudiante en Lisboa, que se había alargado durante dos años, no tenía trabajo y aún no se habían convocado las oposiciones de secundaria. En un momento en el que podía palpar el vacío alrededor, me enteré de la existencia de un cursillo para superar las pruebas a funcionario de prisiones. Nunca había pensado que pudiera ser esa una profesión para mí, pero el vacío que apremiaba y el ser la única expectativa que había encontrado me empujó a empezar el curso, al que asistí durante tres o cuatro meses de un invierno sin perspectivas. Me convertí pronto en el mejor alumno, tan solo, claro, porque era el único asistente que estaba acostumbrado a estudiar. Hubo un momento en el que parecía claro que aprobar estaba al alcance de mi mano, según la opinión de quien me daba las clases, que era también funcionario en la prisión que hace poco he visitado por primera vez. Cuando las pruebas ya estaban a la vista, se convocaron plazas de profesor. Muchas. Cien (cuando lo normal eran convocatorias de cuatro plazas). Abandoné el curso de prisiones al instante —con gran decepción de mi mentor— y me dediqué a prepararme para lo que realmente quería ser: profesor de literatura. La cárcel desapareció del horizonte, pero nunca del todo, porque durante unos meses fue una vida posible para mí. Y las galerías que visito ahora pudieron haber sido mi lugar de trabajo diario. Al escribir no me quito de la cabeza este pensamiento. Años más tarde me enteré de que, con estudios, hubiera ascendido en pocos años en el escalafón de la cárcel. Respiro una vez más con alivio. ¡En qué preciso momento supe salir huyendo de aquel destino!