Hoy el calendario dice que empieza la primavera. En el termómetro, todavía no; aunque la efeméride le proporciona al día un toque de optimismo. Es curioso que la misma palabra sirva para las épocas climáticas del año y para las paradas del tren. Ambas deben de ser, creo, lugares de paso. Los trenes llegan y parten. El tiempo hace lo mismo, se acerca una fecha y sin darse uno cuenta ya se ha ido a la siguiente. Cualquier tránsito entre un lugar y otro tiene un inicio y un final. El frío y el vacío del invierno terminan con el florecimiento primaveral. Recuerdo que antes había personas, generalmente ancianos o niños pequeños, acompañados, que a diario acudían a la estación solo para ver pasar los trenes, sin tomarlos nunca. Es una costumbre que socialmente se miraba con indiferencia, posiblemente por su carácter improductivo. Todo lo que no desemboca en la economía parece no existir. Cada vez encuentro más interesante esta actitud: vivir el tiempo como si no estuviera obligado a subirme a sus vagones fugaces.
[Libro V, Epigrama VIII]