Resulta
curiosa la transformación que padece el amor en poco tiempo. Siendo, como es a
su llegada, la exaltación más resplandeciente de la presencia, es decir, la
conversión del anodino presente en una vivencia que exige para sí una mayúscula
inicial, el Presente, acaba pronto enmarañada en las redes del tiempo
inexistente. El crecimiento del amor, que nació del presente, enseguida se fía
por completo al futuro. Aquellas caricias, palabras, risas que reivindicaban el
valor trascendente de lo inmediato, aquella mariposa que revoloteaba alrededor,
de repente, como en una metamorfosis inversa, se convierte en el gusano del
porvenir. De nada valen ya los besos frente a los preparativos. El amor, qué
rápido se olvida de sí mismo para convertirse en una metafísica.
[Libro V, Epigrama IV]