14, lunes. Septiembre. De los lectores. Práctica del epigrama 21


Estoy de acuerdo en que la función esencial de la escritura es su posterior lectura. No estoy seguro, sin embargo, de que lo más importante para la vida de un libro sea el hecho de que tenga o haya tenido «lectores». Nunca he descubierto ningún interés en este concepto. Primero porque se suele confundir la figura del lector con la del comprador de libros. Recuerdo que a principios de los años 80 un ensayista alemán, que tuvo éxito con uno de sus libros, se pagó una encuesta para saber con exactitud qué tanto por ciento de compradores habían leído el libro. El resultado se me quedó grabado como una cita: un 20%.  Como buen aficionado a las librerías de viejo, por otra parte, he visto tantos libros con el punto en la página veinte, corroborado por las arrugas del lomo. En segundo lugar, porque es imposible resumir lecturas y lectores en un único significado. Nada hay a veces más heterogéneo que dos lecturas de un mismo libro, aunque ningún crítico se dé por aludido. Ayer, por casualidad, vi una entretenida comedia romántica norteamericana, en el canal Sundance, protagonizada por un novelista. Me gusta ver películas con escritores, porque no hay otro subgénero que presente mayores dosis de ficción. Su título: «5 to 7», dirigida en 2015 por Victor Levin. Una típica comedia romántica, con drama y moraleja final. Y delicioso guion, eso sí. Pero lo mejor aguardaba en la última frase, pronunciada por una voz fuera de la pantalla (detesto los narradores en cine, aunque en este caso tuve que cambiar de opinión), que decía algo así como: «...puedes estar seguro de que la novela que acabas de leer fue escrita para un único lector», afirmación que documentaba perfectamente la película. Y de repente, este concepto sí lo entendí. Quien más se preocupó por estas cuestiones fue el poeta estadounidense Wallace Stevens (1879-1955): qué hace genial al artista, qué caminos conducen al éxito y qué relación mantener con la sociedad. Para formarse una idea de estos asuntos acumuló citas sobre el asunto en un cuaderno que se ha conservado y publicado: Sur plusieurs beaux sujects (1998). En una de estas citas anotadas, extraída de la reseña de un libro de jardinería (dudo que exista una fuente filosófica más peculiar), se lee: «El arte de la vida… consiste ante todo en la creación de un entorno en el que uno disfrute de cierta importancia». Una idea a la que la época actual le ha dado la vuelta imponiendo que «hay que ser muy importante para una multitud de desconocidos». Y he aquí el principio de la desesperada soledad y acomplejamiento de tantas personas que con mucho menos podrían ser felices.