26, jueves. Septiembre. No verse dentro del espejo



La serie sobre los espejos que hoy acaba en El Visir de Abisinia fue redactada entre el siete y el catorce del pasado julio. No puedo recordar ahora con exactitud qué motivó la escritura. No es un asunto que a priori me interesara. Sobre espejos han escrito páginas luminosas dos autores contemporáneos que admiro, Rafael Pérez Estrada y Vicente Luis Mora. Eso me desaconseja tratarlo. Aun así, ahí está la serie.
    Nunca he sido buen contemplador de espejos. Siempre que miro uno aparece alguien delante que estorba la visión. Encaro cualquier espejo con la esperanza de un día no verme delante, y por eso los evito. Solo acumulan frustración en mi propósito. Creo que se advierte en los textos. Todos tienden a la despersonalización, tal vez como un deseo nunca alcanzado. Tampoco estoy seguro de que el conjunto subraye ninguna idea sobre los espejos más allá de la perplejidad de quien acusa la incomodidad que le producen.
     El espejo que recuerde que más me ha impresionado es el que cuelga en la Casa Museo de Lope de Vega en Madrid. Un rectángulo de hojalata enmarcado. Quien se mire en él solo advierte de sí mismo una mancha rosácea y otra más oscura. Ojalá fueran así todos los espejos. Como inacabadas pinturas de Rothko.
     En aquellas mismas fechas, un viernes de julio, mientras paseaba por los puestos de los Encantes caí en la cuenta de la cantidad de espejos que se mostraban a la venta. No llevaba la cámara, pero saqué el móvil y los fui fotografiando. De ahí el encuadre cuadrado, que es el que el móvil traza mejor. Todas las imágenes fueron capturadas el mismo día. Al principio busco que las fotografías reflejan los espejos desde un ángulo oblicuo. Luego me muestro oculto en alguno y acabo por perder el miedo a mí mismo y aparezco como el protagonista de lo reflejado. Igual que los textos siguen la seriación cronológica de la escritura, también las fotografías retratan el paseo. He vuelto otros viernes a los Encantes, en alguno he comprobado que no había expuesto ni siquiera un triste espejo.
     Una vez escrita la serie, en una librería de viejo encuentro un libro que recuerdo no haber comprado por el abultado precio cuando fue novedad: Historia del espejo, de Sabine Melchior-Bonnet. Un clásico del motivo. Dos euros pago, sin quejarme. He leído el capítulo sobre Durero, pero el resto anda por ahí, haciendo cola.