He de empezar hoy la segunda
parte del ensayo que me he propuesto escribir. Ayer surgió un imprevisto que me
alejó de la mesa, del teclado y del ordenador donde tenía previsto comenzarla.
Escribí algunas notas a mano, en un cuaderno de bolsillo, y ahora las pasaré a
limpio. Decidir el día en el que he de iniciar un proyecto me proporciona el
espejismo de un horario y de un calendario. No tengo nostalgia por no necesitar
cumplirlos en esta época, alejado de las aulas. Pero sí añoro la sensación de
haber acabado el tramo laboral del día, o del trimestre, o, qué sé yo, de
cualquiera de los múltiples plazos que un trabajo despliega constantemente.
Tengo nostalgia del final de la jornada, de la llegada del fin de semana. De
anhelar las vacaciones para hacer lo que ahora hago a diario. Por eso empiezo a
escribir hoy mi ensayo con ánimo funcionarial: para ganarme luego su asueto.
[Libro V, Epigrama X]