Paso por los Encantes. Voy a menudo. En uno de los puestos del mercado me entretengo ante un lote curioso. Reviso una serie de fotografías de principios de siglo. Están realizadas por solo dos fotógrafos de salón, uno en Mataró y otro en la ciudad. Todas enmarcadas en cartulina y con el sello comercial. Representan diferentes motivos de las mismas personas, e incluso distintas edades. Las fotos están perfectamente conservadas. Junto a ellas, veo unas cámaras de la época, muy hermosas y bien cuidadas. No sé si ambos lotes, fotografías y cámaras, pertenecieron a la misma persona, pero coinciden en la época. Por las fechas que se intuyen, el conjunto debía de pertenecer a un pariente de las personas que aparecen en las fotos o que dispararon aquellas cámaras. Alguien que lo había guardado con mimo durante años, pero ahora, también él fallecido, nadie al parecer ha reivindicado estos objetos como suyos y han acabado en la subasta. El heredero actual ya no quiere almacenar papeles y trastos de otro siglo, y habrá mandado vaciar el piso al completo. Ahora, todo a la venta en los Encantes. Son cosas que se ven aquí a menudo: fotografías, cartas, diarios personales, papeles administrativos, dibujos de aficionado. Lo que un nieto guarda, su nieto desprecia. La memoria rara vez dura más de dos generaciones.