Se vive en tiempos cada vez más breves. Ayer estaba leyendo un texto clásico y encontré una palabra que no conocía, «evo». Fui al diccionario y leí su significado: «duración del tiempo que no termina». De hecho, no es una palabra desaparecida, es un significado que ha sido borrado por inútil. No se concibe el tiempo que no concluya en su plazo. Todo se vuelve cada vez más acotado. Más restringido. Observo que incluso en las reuniones de trabajo, en los actos culturales, en todas partes, ya se consigna junto a la hora de inicio la de concluir. Y cuando llega el momento, con independencia de lo que haya ocurrido, se acaba. Todo parece que empiece solo para terminar. Como si la duración molestara, no fuera de buena educación. Algo anticuado. No se entiende ya en la vida el «evo», ese inicio de algo que no tiene previsto el final. La impredecible duración de las vivencias. Qué hermosa palabra, qué inquietante significado. Cómo desde su ausencia retrata la época, obsesiva deforestadora de los bosques del tiempo.