Un amigo se lamenta de la moda en la que se ha convertido la escritura de aforismos. En una antología a finales del XX, el autor consignaba una docena de libros del género publicados en todo el siglo. Hoy eso debe de ser lo que se publica cada mes. Menos, en todo caso, que los libros de poemas y las novelas que aparecen. De todas formas, sí existe un «boom», que es como se denomina en historia la irrupción conjunta de un fenómeno literario. Los efectos de esa explosión multitudinaria y unánime son siempre dobles: hay escritores que se apuntan al boom con entusiasmo, muchos; y hay escritores, pocos, que se alejan del boom cuanto pueden. Como mi amigo, que me cuenta que ya no escribe aforismos, sino solo textos fragmentarios. Pondré un ejemplo doble de la actitud ante el boom, el de Néstor Sánchez (1935-2003), ascendido por el éxito de la novela hispanoamericana en los años 60 y desertor (hasta las últimas consecuencias) de ese éxito en los años 70. También yo confieso haber publicado en pleno boom aforístico un libro de aforismos. ¿Serán ahora los epigramas una forma de salir corriendo de la explosión, o mi manera de acercarme más a su epicentro? Quién sabe.