28, domingo. Junio. Daido Moriyama, lo insólito cotidiano



Antes de entrar en la sala de Foto Colectania no conocía a Daido Moriyama (1938). La historia de la fotografía es laberíntica y pocas cosas hay con tanto aliciente como perderse en sus corredores, por donde nunca transitan multitudes ni turistas. Unos cartelitos junto a las fotos de Moriyama recogen algunas de sus ideas sobre la fotografía, otras las expresa en el vídeo que se muestra. Sorprende oír a un fotógrafo decir que las fotos copian la realidad, no son arte, sino un sistema de copia útil para la percepción (otra de los asuntos que se dan por hechos, el que las personas perciben el mundo). Que disfruta viendo sus fotos en las camisetas que lucen los jóvenes. Que le encanta descubrir el misterio que se aloja en la cotidianidad. Según el canon fotográfico, sus piezas están llenas de errores. Imágenes desenfocadas, encuadres extraños, luz insuficiente. Es un fotógrafo callejero en el sentido literal de la palabra. Sale de casa con la cámara, en su ciudad o en cualquier ciudad, y toma fotografías de lo que ve. Mira y dispara. No importa lo que sea, ni las condiciones en las que esté. Solo hace fotos. No desarrolla temas, ni fragua series, ni busca su estilo. Y ante todo, no es un cronista, no narra ni cuenta nada. Su exposición se titula Un diario y eso es exactamente lo que pretende, escribir un dietario poético a través de las imágenes. Su empeño en la intrascendencia del acto de disparar la cámara, frente a la sublimación artística al uso, estremece. Igual que la obsesión por vincular la fotografía a la vida cotidiana, en las ideas y las acciones, pero sobre todo en las fotos, un tratado sin final sobre la profunda ironía que encierra cualquier lugar y cualquier momento que una mirada sea capaz de captar. También resultan sorprendentes los libros de artista donde publica su singular escritura diarística. Sobre sus primeras fotos cuenta que no formaban ninguna serie, ni crónica, pero que le gustó reunirlas en un libro. Y el gesto de sus manos compone un libro invisible que emociona hojear. Se había formado en diseño gráfico y eso le ayudó a que aquel primer libro resultara el adecuado. Y creo que las múltiples ediciones de sus libros de fotografía muestran el mismo gusto admirable. Nada más entrar en la sala me siento ya un discípulo dispuesto a aprender la lección más difícil de la fotografía: saber mirar la vida cotidiana y descubrir lo insólito y lo significativo en aquello que de tan visto ni se mira al pasar. Moriyama, mi maestro en la fotografía de proximidad.