Una
dirección de internet con diccionarios multilingües que uso de vez en cuando ha
liberado todas sus aplicaciones para uso público y, claro, ha llenado cada página
de publicidad. Es el trato: uno no paga, pero soporta anuncios. De acuerdo,
está bien. Es el mundo que nos toca vivir. Hoy, mientras buscaba algunas
palabras en otra lengua que he olvidado o que no conozco aún, ha llamado mi
atención, al lado de la información que necesitaba, un enorme anuncio de
bragas. Bragas estilo tanga, de las que cuesta incluso ver sus dimensiones en
la pantalla. Como no tiene pinta de ser un producto precisamente barato, no
concibo que solo se pague la tela de la pieza, una cantidad ínfima de materia. Imagino
que se incluye en el precio la parte que no cubre. Hay de comprar, compruebo,
hasta la desnudez. Aunque no sé de qué me asombro si delante de mis narices se
alza el inmenso negocio del fútbol, que solo se basa en vender el producto que
fabrica el propio consumidor, sus emociones.
[Libro V, Epigrama XXVII]