23, miércoles. Junio. Plaza de los Jardines de Alfabia

La racionalidad ordena, pero en sus extremos sobreviven las paradojas. En los últimos tiempos el mismo espacio de relajación y esponjamiento recibe en la ciudad dos nombres: Plaza y Jardines. En general, el primero respeta los espacios tradicionales así denominados y nombra los nuevos que poseen una singularidad en el plano urbanístico. Es decir, distribuyen el tráfico a su alrededor. Cuando el espacio se encuentra dentro de la regularidad del plano, tras el derribo de almacenes y edificios viejos que no son sustituidos por otros nuevos —no se olvide que en algún momento del siglo XX Barcelona tuvo la misma densidad que Bombay—, las plazas conquistadas a la edificación se denominan «Jardines», con frecuencia solo de forma retórica. Es un criterio. El espacio que la ciudad le dedica a los Jardines de Alfabia, en la isla de Mallorca —uno de los topónimos mallorquines que abundan en el barrio de Porta—, se llama «plaza» porque lo obtuvo antes de los criterios, pero no es literalmente una plaza. Y mucho menos lo que el nombre evocado sugiere.

         El significado paradójico, sin embargo, no está en el nombre, sino en el trazado. Se podría concebir este espacio como maniobra diversiva: una Rambla ideada para justificar la edificación de un polígono de bloques que superaba las alturas permitidas en la ciudad. Se construyeron los edificios alrededor de 1960 y el espacio común quedó, después de vendidos los pisos, abandonado a su destino, primero, como descampado, casi vertedero, luego, conforme el desarrollismo se imponía, como aparcamiento vecinal. Hoy, urbanizada desde 2018 sin ningún atributo, es una suerte de enlosado baldío por donde casi nadie pasea y bancos donde casi nadie se sienta. Su linealidad, fruto del plano, se interrumpe en seguida en la calle que continúa, hija ya de la urbanización asilvestrada de la zona. A esta plaza se llega, como sugiere en un poema Luis Felipe Vivanco, «Por las calles prosaicas de las afueras… con el alma descalza».

         La plaza de los Jardines de Alfabia tuvo, en la época en la que el barrio de Porta crecía de manera desordenada y desatendida, un breve protagonismo que, por edad, no alcancé a conocer. Fue la boite Coconut (1969-1973). Una discoteca abierta al aire moderno de los tiempos, donde actuaron en directo Los Diablos, Fórmula V, Lone Star, Nino Bravo y Tony Ronald, que acabó su concierto con la camisa hecha jirones repartida entre las vocingleras fans. Recuerdo que en mi adolescencia huía de estos grupos y cantantes, pero hoy, algunas décadas después, recuerdo perfectamente letras y melodías de aquellas canciones que detestaba. De los olvidos de esta plaza se sale con el alma descalzada.