No suelen mencionar los poetas, en los versos, el género que no utilizan. Pero siempre hay excepciones. José Gorostiza, en ese genial poema que es «Muerte sin fin» (1939), tiene un endecasílabo memorable que he guardado para el último epigrama, como cita global del libro: «Epigrama de espuma que se espiga». No veo que pueda existir una definición más exacta. El epigrama es, evidentemente, espuma. La ocasiona el oleaje, y la calma del viento la hace desaparecer. Y también, qué observación tan certera, su expresión siempre «se espiga», demasiado crecida para proporcionar gozos poéticos. Espigada, cualquier planta se convierte en maleza.