31 de diciembre de 2023, domingo. Meditación del almacenista


Otro año que se va. Todos parecen lentos cuando avanzan, como si arrastraran un gran peso, pero enseguida uno se da cuenta de que han huido ligeros de equipaje. Creo que la razón está en una característica del tiempo de la que no siempre se habla. Su peso. Que al contrario que en los humanos, disminuye con la edad.

En el futuro, el tiempo tiene un peso mayor. A más lejano futuro, peso superior. Por la mañana, en un día laboral, las horas por pasar son las que más pesan. El peso de las de la semana, un lunes, resultan ya enormes. Un año parece insoportable sostenerlo en la cabeza.

En el presente, el tiempo tiene un peso que se equilibra conforme el futuro que se espere en el plazo inmediato. Cuando no se posee peso de futuro el presente es más leve. El momento de abandonar el puesto de trabajo para regresar a casa, por ejemplo.

En el pasado, el tiempo pierde peso continuamente. Un día pesa más que una semana; esta más que un mes; un mes más que un año; un año pesa lo mismo que la década que le precede.

Parece que tendría que ser al contrario. Que el tiempo pasado fuera el más pesado, pero paradójicamente el tiempo resulta más pesado cuanto menos existe.