Otro año que se va. Todos parecen
lentos cuando avanzan, como si arrastraran un gran peso, pero enseguida uno se da cuenta de que han huido
ligeros de equipaje. Creo que la razón está en una característica del tiempo de la que no
siempre se habla. Su peso. Que al contrario que en los humanos, disminuye con
la edad.
En el futuro,
el tiempo tiene un peso mayor. A más lejano futuro, peso superior. Por la
mañana, en un día laboral, las horas por pasar son las que más pesan. El peso
de las de la semana, un lunes, resultan ya enormes. Un año parece insoportable
sostenerlo en la cabeza.
En el
presente, el tiempo tiene un peso que se equilibra conforme el futuro que se espere en el plazo inmediato. Cuando no se posee peso de futuro el presente es más
leve. El momento de abandonar el puesto de trabajo para regresar a casa, por
ejemplo.
En el
pasado, el tiempo pierde peso continuamente. Un día pesa más que una semana;
esta más que un mes; un mes más que un año; un año pesa lo mismo que la década
que le precede.
Parece
que tendría que ser al contrario. Que el tiempo pasado fuera el más pesado,
pero paradójicamente el tiempo resulta más pesado cuanto menos existe.