El hecho de que me sienta ajeno
al presente me sorprende un poco. Durante muchos años me ha gustado seguir todo
lo que ocurría en el presente. Más que en el pasado. De hecho, el pasado era solo
una escalera para acceder a lo que sucedía en el ahora. En poesía, en literatura
y en arte, pero también en la sociedad y en el mundo. Desde hace un tiempo no consigo
que me interese nada de lo que ocurre. Ni siquiera las novedades. Cuando me
sentía atraído por cuanto pasaba, me parecían reales las pulsaciones de vida, los
movimientos en un espacio concreto. Ahora veo repeticiones, falsedades,
artificios. ¿Es una cosa del tiempo o es una cosa mía? No lo sé. Tampoco
importa. No interesarse por el presente tiene sus ventajas: proporciona más
tiempo para hacer otras cosas, evita el fastidio de las redundancias artísticas
y permite estar más cerca de otro presente, el que de verdad se transforma con
el tiempo, no el que siempre es el mismo con diferentes máscaras.
[Libro V, Epigrama XXIX]