Espero que a la llegada de la presente te encuentres bien de salud. También que los tuyos, padres y hermanos, disfruten de buen ánimo y no les falte el trabajo. Te escribo para anunciarte una buena noticia y una noticia regular. Empezaré por esta. Sé que te había prometido que a estas alturas del verano habríamos dado un largo largo largo paseo por los campos del trigo ya cosechado y por las viñas en espera de vendimia, los dos de la mano, o quizá abrazados si nos adentrábamos por el pinar de la sierra en busca de setas. ¿De setas en verano?, dirás, y yo te contestaré que son las mejores. Que a tu lado cualquier locura es lo mejor que me puede ocurrir. Pero ya lo has visto. Ha pasado más de medio julio y no he aparecido. Qué voy a decirte. El permiso que esperaba no me lo han concedido. Prefiero no entrar en detalles, porque aún será peor para mí seguir dándole vueltas a este ovillo. De hoy en un año, esta es la buena noticia que tengo que darte, puedo asegurar que estaremos celebrando esta fecha los dos juntos. Los dos en el café del pueblo tomando un aperitivo. Los dos en el paseo, agarrados del brazo. Los dos, los dos, los dos. ¿Qué es un año? Una sucesión de días que se pasarán de corrido. Una nada el día en el que, de aquí un año, me veas bajar del autobús en la Plaza Mayor con las mangas de la camisa remangadas y el pecho al descubierto.
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—¿Y si lo dejamos para el próximo verano? Verás, ahora resulta muy precipitado. Anda casi todo pendiente de preparar. Es solo tomar la decisión ahora e inmediatamente se abre una tregua, un tiempo para ir haciéndolo poco a poco. Más pensado. También más relajado. Sin prisas. Es mi propuesta y mi opción. No me veo con cuerpo para acabar en este momento lo que nos queda pendiente. Lo importante no es el cuándo, sino el qué. El verano próximo, por estas fechas, será el momento ideal para empezar.
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Te has ido enfadada y no tienes
razón. No he dicho eso que has entendido y que tanto te ha irritado. Quisiera
correr detrás de ti a contártelo, pero sabes que tengo el turno de inmediato y
no dispongo de tiempo. Pero tampoco quiero esperar a acabarlo para aclararte
cuál es mi postura. Así que te la dejo escrita en esta nota. Luego, por la
mañana te daré todas las explicaciones que quieras. Por favor, ¿cómo puedes
pensar que no quiero que vayamos en busca de ese niño? O de esa niña, lo que
dios dictamine será perfecto. Claro que lo quiero, claro que lucharé por ello.
Solo te decía que si tuviéramos la fortuna de que se fecunda la semilla de inmediato,
el nacimiento nos pillaría en pleno caos de trabajo, de agobios, de piso por
encontrar y amueblar y todo lo demás. Que por qué no esperábamos un año. Solo
un año. Da igual que cuando crezca cumpla cuatro o cinco años, siempre será
nuestro hijo, o nuestra hija; que lo que sea, bienvenido sea. No importa un año
antes o después, pero sí importa que se encuentre, cuando llegue, con unos
padres bien situados, un piso en condiciones, un futuro despejado. Eso es lo
que te decía, nada más. Solo eso. Pero te has dado la vuelta y te has ido sin
comprender mis razones.