Lo
invisible mantiene su condición porque no puede ser borrado.
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Vagón
vacío en una vía muerta. ¿Por qué me veo en pie frente a una puerta, con una
maleta en una mano y la otra sin alcanzar el agarradero que me ayude a subir
hasta el primer peldaño de la portezuela?
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Creo que
las flores tienen cierto parentesco con las manos. No solo en el hecho de tener
cáliz y pétalos, sino también en su propensión a la caricia.
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Hay
pensamientos que nunca sé cómo calificar. En el corredor de la hospedería, sin
dar con mi habitación, ¿me es grato o me inquieta?
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Las
cascadas disimulan con su intenso rumor de agua el recogimiento de una vida
interior.
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Un motín
de guijarros iracundos en la senda. ¿Protestan acaso por mi paseo matinal?
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«Un único muro media entre viajero y abismo», leo en una guía del Monasterio de Piedra de 1882. Algunos días recuerdo la frase, en especial por la constatación de que existía, entonces, un muro.