Lo
fascinante de la pintura de Turner es que lo circunstancial de la
escena era más importante que el tema. Le gustaba más pintar el paisaje de
fondo que los personajes que daban nombre al cuadro. Lo que los pintores dejan
para que lo acaben sus discípulos o aprendices fue lo que pintó Turner, y dejó
expresiones, rostros, pliegues en las ropas para el empleado que había en él.
Poco a poco se olvidó de que los cuadros tenían una historia que contar, un
asunto que desarrollar, una narración, y solo se entregaba a las partes insustanciales del
cuadro. Solo pintaba poesía.
[Libro V, Epigrama XXI]