Es común en nuestra época, y por ello resulta tan decepcionante, que la gente al hablar utilice, como fuente de autoridad y como criterio personal, solo lo que ha oído repetido. Sobre todo, lo que ha escuchado una y otra vez en los medios de comunicación. Una especie de reproducción por ondas concéntricas. Es tan común que hasta se percibe en los fragmentos de conversación oídos por la calle, en el autobús o en el tren donde se habla de cuanto ocurre alrededor. A uno le parece estar oyendo locutores con voces variopintas. Los medios de comunicación lo saben, como antes lo sabían las religiones, y por ello suplantan la introspección personal. Para convertirse en la conciencia de sus espectadores. En su pensamiento. La religión fidelizaba con una idea (un relato, una moral, unas costumbres), pero la profunda trivialidad de la sociedad contemporánea prende en el hecho de que el único interés por fidelizar el presente de las personas sea que vean los anuncios que emiten.