La vida en los balcones del período cenobita descubre aspectos de la intimidad cotidiana que antes permanecían invisibles. Si bien es cierto que existen vecinas y vecinos que lucen modelitos deportivos futuristas —con veladuras en la licra y diseños cubistas—, la mayoría viste ropas de otras décadas. Y casi de otros siglos. Miro mis camisetas de uso casero y veo cómo las ha gruyerizado el tiempo. Mis sudaderas de adolescente, los pantalones de chándal de cuando aún cursaba gimnasia.
Me da por pensar que las ropas muy viejas son, no sé por qué motivo, las más agradables en casa. Y si por casualidad han estado olvidadas un tiempo en el armario, o mejor, en el fondo de un arcón, aún parecen más cómodas. Rescatar prendas de su ostracismo resulta entonces un placer interior. Quizá tenga algo que ver con la vida exterior, que anda siempre pensando en el futuro. El vestuario se decide para el tiempo que está por llegar. De casa se sale (mejor: se salía) en solitario, pero ataviado para la vida social; y se regresa (se regresaba) de la vida social a la doméstica, que tampoco es el ahora, pues ya Pascal había avisado de que «Jamás nos atenemos al tiempo presente».
Quizá por oposición, para descansar del futuro (y huérfanos de presente), exista la tendencia a vestirse en casa con el pasado. La vida interior se construye, sobre todo, con el tiempo que se ha ido. De modo intuitivo se busca preservar la memoria de los dientes trituradores del porvenir, y tal vez el mejor modo de cuidarla sea sentirla sobre la piel. El pasado ofrece un tacto más suave y el aroma que más sosiega el ímpetu. No sé: es una posibilidad.
Por cierto, el otro día ordenando armarios descubrí, perdido, un jersey negro de cuello cisne, como los que llevaba Alain Delon en Indian Summer (1972), y posiblemente de aquella época, que me vendrá de perlas si continuamos confinados en otoño, como vaticinan los más optimistas.
Sea como sea, hay que seguir con las listas. Cosas que han desaparecido con el confinamiento: la contaminación del aire, el tráfico, el jaleo de los botellones, la información futbolística. Cosas que han aparecido: los pájaros, la lluvia, la caligrafía y la ropa de andar por casa.